Por qué creemos que tiene que ser difícil para que valga la pena

No todo es una lucha.  Sin embargo, aprendimos que casi todo lo que hacemos lo es. 

Tienes que luchar por tus sueños, por ser alguien en la vida, por tener una pareja, por tener una carrera, por lograr tus objetivos, por quedar bien con los demás, por no decepcionarlos. O eso es lo que dicen...

La verdad es más simple que eso: simplemente se trata de hacer lo que deseamos, lo que nos gusta y dedicar tiempo a ello para obtener resultados. 

A pesar de que es cierto que hay muchas cosas que impiden que hagamos lo que deseamos (nuestro entorno, nuestras condiciones, nuestra familia, nuestros amigos o nosotros mismos), la vida sigue ocurriendo a pesar de eso, y precisamente por eso y, si nosotros seguimos haciendo lo que queremos, los efectos de las cosas que hacemos comienzan a ocurrir.

También es cierto que hay cosas que nos cuestan más trabajo que otras y algunas nos hacen la vida difícil, pero entre esas que nos resultan pesadas y complicadas, hay otras que disfrutamos con el solo hecho de hacerlas sin pensar demasiado en los resultados. Curiosamente, cuando menos pensamos en los resultados, es cuando más resultados obtenemos.

Te pasas atormentándote con el examen de matemáticas pensando en pasar una materia, pero, como era algo que no te gustaba, los resultados son pocos. En cambio, sin darte cuenta, te vuelves experto en aquello que disfrutas. Pero, como no te ha costado trabajo, crees que no vale la pena, aunque, en realidad, es todo lo contrario.

Las cosas que más te gusta hacer y que menos esfuerzo requieren son aquellas de las que mejores resultados puedes obtener. Lo difícil, te atormenta; lo fácil, lo disfrutas, entonces ¿Por qué entonces creemos que tiene que ser difícil para que valga la pena?

¿Cuántas personas conoces que, después de dedicar muchos años a lograr aquello que era muy difícil de obtener, ahora que tiene por lo que ha luchado durante años, no es feliz? La felicidad no es una meta, sino un camino. Y el camino se camina todos los días.

Está bien tener metas, pero no metas que te atormenten, sino que disfrutes cada día para que valga la pena conseguirlas. Las metas solo son el resultado de haber disfrutado del camino.

Ojalá que disfrutes del tuyo.

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